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Dedal de cafe

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Sofía Cartín es una amante del café. Nada de té, refrescos, licores, gaseosas o líquidos semejantes; ella vive para saborear una gloriosa taza de café con leche. Pero no puede ser de cualquier clase. Oh no, como buena costarricense prefiere la calidad en su bebida favorita. Sin embargo, la estancia en el viejo continente pone a prueba su necesidad de cafeína. Las opciones aquí son limitadas, porque un buen café equivale a altos precios y está claro que ella entra con facilidad en la categoría de persona tacaña.

En pocas palabras, Sofía es un cliente difícil.

El autobús del tour se detuvo en una estación de gasolina-cafetería italiana cerca de la frontera con Austria. Sofía estiró las piernas frente a la puerta del establecimiento disfrutando del limpio aire alpino y del espacio. Su amiga Isabela se encontraba a la par, realizando lo mismo que ella. Estaba más que convencida de que ninguna de los dos se encontraba para esos trotes de viajar. A la edad de 68, cada vez es más difícil resistir estos paseos tan largos, pensó Sofía mientras veía a su amiga masajearse brevemente la rodilla izquierda.

Tras tomarse unos momentos para "aclimatarse", las dos señoras cambiaron miradas de cómplicidad y entraron a la cafetería, dispuestas a obtener un café decente. No eran las únicas, muchos otros turistas también tenían hambre: jóvenes, viejos latinos y europeos. Todos cansados de un largo viaje y deseosos de almorzar.

Sofía observó detenidamente los carteles tras el mostrador, ya no era ninguna novedad para ella no entender nada de los menús. Isabela, su amiga, estaba más cerca de la encargada así que basándose en el internacional lenguaje de señas, pidió un café con leche y un croissant.

En italiano, la mujer le indicó que había café grande y pequeño. Isabela se dio la vuelta por un instante decidiendo, observó como Valeria entró al lugar, le dedicó una sonrisa a la muchacha mientras se decidía. Sofía sabía que su amiga no andaba mucho dinero, por eso estaba casi segura que Isabela no pediría el grande, puso atención para saber si debía pedir igual que su amiga o no.

—El chiquitico— le dijo Isabela gesticulando y haciendo señas con las manos a la dependiente—, sí, pequeño con leche.

La italiana, con cara de fastidio, se dio la vuelta y se puso a trabajar con la máquina de expresos. Detestaba ese empleo casi tanto como a los turistas que a diario la acosaban por un miserable café. Cuando terminó de llenar la taza de café, lo puso de mala gana en el mostrador, frente a la costarricense.

Isabela puso los ojos como platos: ¡era una taza de café ridículamente pequeña! Pero trató de disimular su decepción y dejó los euros sin decir nada. Era el turno de Sofía, quién estaba decidida no sólo a pedir el café grande, sino que a pedir una explicación por el café miniatura.

Respiró hondo, preparándose para ordenar su bebida. Sofía notó como el rostro de Valeria pasó de feliz a preocupado.

No era para menos, segundos luego de haber pedido y recibido su bebida, la mitad de Italia y Austria estaban oyendo como Sofía Cartín increpaba a la inmutable italiana.

—¡Qué clase de café grande es esto! ¡Esta cosita no llega ni a "dedal" en Costa Rica! — la mujer hizo una breve pausa para tomar un sorbo de café, de inmediato prosiguió con los gritos—: ¡Ladrones inmundos, esto no es una taza de café es un dedal con agua sucia!

En la esquina de la cafetería, Valeria Silva pasaba de estar algo pálida a querer camuflarse cual camaleón en el lugar dónde estaba. Para la joven, sí alguien le preguntaba en ese momento Sofía Cartín no era su madrina, es más ni la conocía.

Ya cansada de tantos gritos, la italiana decidió responder al regaño en italiano. Las dos mujeres estaban peleando sin saber realmente lo que se gritaban la una a la otra. Isabela se sentía muy apenada. ¡Todo había empezado por una tonta taza de café y había sido culpa de ella! Terminó de comer su croissant y decida a acabar con la pelea de Sofía y la italiana, tomó a su amiga del brazo y la arrastró fuera del establecimiento.

De vuelta en el autobús, Sofía aún temblaba de la ira. Era un completo ultraje que esa patética taza de café costara 2 euros 50. Tan furiosa estaba que se había ido de la tienda sin pagar.

Minutos después el bus estaba de nuevo en movimiento y Sofía aún seguía quejándose sobre el "dedal" italiano. Isabela ya empezaba a temer que su amiga no iba a dejar de quejarse hasta que pudiera tomar una taza decente de café.

Para fortuna de ambas, media hora después Valeria se acercó a las dos mujeres con grandes vasos de cartón llenos de café. En qué momento había subido al bus la muchacha con las bebidas era un misterio para las dos señoras, en especial cuando consideraban que hacía casi 40 minutos que se habían ido de la estación-cafetería.

—Pero... ¿Cómo? ¿En qué momento?— preguntó Isabela mientras recibía el vaso.

—Es un secreto— respondió misteriosamente la joven mientras guiñaba un ojo.

Valeria regresó a su asiento habitual en el final del bus y las dos mujeres quedaron con su café.

—Ah, Isa... Este sí es buen café, ¡no como esa porquería de "dedal de café"!— Exclamó muy feliz Sofía Cartín.

Sentada desde su rincón, Valeria sonrió satisfecha y le guiñó el ojo a un conductor que manejaba su auto junto al autobús. La señal era clara: su misión conjunta había sido todo un éxito.

Y ahora Valeria sólo esperaba no tener que volver a oír del "dedal" nunca más.
Ne, meses y meses de no subir nada escrito y de repente sentí la necesidad...

Además la historia del dedal italiano merecía ser contada, porque parte de esta historia sí que me pasó en verdad (yo deseaba que me tragara la tierra con tantas fuerzas)…
Un premio ficticio sí adivinan que hizo Valeria para conseguir café! ;) (La pista es "La Junta de Montmartre")

Y eso es todo...
Un saludo, y ¡sí les gusta: comment!!!

elendoy fuera~
Comments15
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Rubymoon-Faith's avatar
¡Yo sé! ¡Yo sé! Así que no cuento :iconotlplz:

Por cierto que fijo esa historia debe ir adelantadísima y yo me he perdido un montón, ¿cierto, vecina?

¡MAE! ¡EL DEDAL DE CAFÉ! :XD: Lo peor es que me imagino la vergüenza que debiste haber pasado, porque vos sí no podías hacer las de Valeria y aparecer misteriosamente con un buen café en mano para librarte de los gritos y quejas.

¡Ay, qué divertido! ¡Hacía demasiado que no leía nada suyo! :thumbsup: